Nota del Editor: el autor es un joven egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y ferviente defensor de los derechos humanos. Lo pueden seguir en Twitter @dennis_jeriel
Hasta el pasado domingo, la política puertorriqueña estaba basada en una premisa equivocada, que postulaba que la única manera que tenía un determinado candidato o partido político, para salir airoso de cualquier consulta electoral, era que jurara fidelidad a la agenda impuesta por el sector religioso del país, sin importar cuán retrógrada o insensible fuera la misma. De lo contrario, iniciaría una movilización masiva de las huestes conservadoras para castigar con su voto, el distanciamiento experimentado hacia las propuestas impulsadas por este sector, para “defender” los valores familiares y la institución del matrimonio. Lo distintivo de esta amenaza, era la alegada cantidad de personas auspiciadoras de una advertencia de esta naturaleza, dado a que históricamente este sector ha proclamado representar a 250 mil potenciales votantes, dispuestos a actuar acorde con la recomendación del liderato religioso de turno.
Sin embargo, el pasado domingo esta realidad cambió, cuando la senadora Kimmey Raschke, hija del insigne evangelista Jorge Raschke, fracasó en su intento de revalidar a un segundo término en el Senado de Puerto Rico, cuando el liderato religioso se mantuvo silente y la anticipada movilización masiva nunca se consumó para respaldar a una de las suyas. De esta forma, la actual Presidenta de la Comisión de Educación del Senado, no obtuvo los votos necesarios para ocupar una de las 6 sillas disponibles por el PNP para el Senado por Acumulación, en ruta a los comicios electorales de noviembre, una omisión que pone en duda la fuerza política del sector religioso, para imponer (como tanto han proclamado) a las personas que ocuparán un cargo electivo, en representación de los postulados del movimiento cristiano en Puerto Rico. Y no es que llegó séptima perdiendo ante 6 incumbentes del PNP, es que el novato Héctor Morales la terminó desplazando al octavo puesto.
En un contexto histórico, estas primarias representaban el momento idóneo para que este sector demostrara su fuerza política, dado a que el Alcalde de San Juan le había retirado su endoso a la Senadora Raschke como representante de su distrito y el Presidente del Senado la había excluido de su plancha política, una estrategia utilizada para constituir un equipo y reclamar juntos el voto de las huestes estadistas. Sin duda, para cualquier candidato (menos para Raschke), estas circunstancias representarían el final de su carrera política. Al menos eso pensaba el domingo, basado en la cantidad de miembros adscritos a las diversas denominaciones, para contrarrestar cualquier maquinaria política. Simplemente me equivoqué. De esta forma, prevaleció la fuerza de un partido, contra el silencio de un movimiento. Inclusive, aquí en jaltoeodio.com pensábamos que entraba, incluyéndola como la sexta ganadora en las predicciones que hizo @joseanibal. Que equivocados estábamos.
¿Nos encontramos ante un evento aislado o existen otras circunstancias para fundamentar que el sector religioso ha perdido presencia política durante los pasados años? Juzgue usted. Durante las elecciones generales del año 2004, la comunidad religiosa impulsó la candidatura independiente del pastor Enrique “Quique” Meléndez para el Senado por Acumulación, uno de los principales líderes espirituales del Pabellón de la Victoria en Hormigueros, una iglesia con una gran estabilidad económica y una destacada presencia televisiva y en prensa escrita. Bajo el lema “no es cuestión de colores, sino de valores”, este pastor consiguió el endoso de la comunidad cristiana, para competir por una de las 11 sillas disponibles por acumulación en nuestro Senado. ¿El resultado? Una aparatosa derrota ante las estructuras políticas tradicionales, de un líder que actuó basado en una expectativa de movilización que sencillamente no existe.
En definitiva, desde el pasado domingo he lamentado la derrota de la Senadora Kimmey Raschke (con quien no coincido ideológicamente), por la seriedad de su trabajo, su compromiso con la educación y su oposición al nombramiento de Jesús Rivera Sánchez. Posiblemente debo ser el único, porque no he escuchado a un solo líder religioso coincidir con esta apreciación. Debe ser que están muy ocupados tratando de obviar el debate sobre la incapacidad de movilización que demostraron en estas elecciones.
Así es mejor. El país ha madurado lo suficiente para comprender que tenemos un deber cívico para defender a los sectores desprotegidos de nuestra sociedad y que esta agenda debe ser encaminada por encima de cualquier amenaza electoral construida en un vacío. A fin de cuentas nunca veremos las mismas consumadas ni para defender a los suyos (como en el caso de Raschke) ni para detener propuestas en defensa de la dignidad de los grupos marginados (como la nefasta resolución 99).
Dennis S.