Nota del editor: El autor es egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y es mediador certificado por el Negociado de Métodos Alternos para la Solución de Conflictos. Es el mantenedor de la “Esquina del Ricar”. En twitter @ricardo_l
Luego de leer la columna que escribiera ayer @dennis_jeriel sobre el aspecto legal de la Ley 54 y las consecuencias procesales de no aplicarla a parejas del mismo sexo decidí utilizarla como punto de partida para abundar más sobre ese tema. En mi caso escribiré sobre la razón última de dicha ley y su relación con el rol protector del Estado.
A continuación un desglose de los puntos principales de la ley traducidos a lenguaje de fin último:
-Combatir la violencia
-Proteger al más débil
-Crear sistemas de apoyo
Todo esto en el marco de las relaciones sentimentales y de convivencia.
Se crea porque reconoce la diferencia que existe entre lo que llamaré la violencia genérica y la violencia doméstica. La violencia doméstica es distinta a cualquier otro tipo de violencia. Éste es el punto más importante de esta columna y el punto más importante de la Ley 54. La violencia doméstica es distinta a cualquier otro tipo de violencia. Por eso se crea una ley especial y por eso es que no cobijar a las parejas del mismo sexo resulta particularmente perverso.
¿Por qué digo que resulta particularmente perverso? Preguntarán ustedes, ¿No? Les digo de todas maneras. Resulta que son las dinámicas de poder y afecto que se dan en las relaciones sentimentales los que hacen que esta violencia sea distinta a otros tipos de violencia. Estas dinámicas son las que crean el ciclo de violencia doméstica. Una persona que se encuentra sumergida en el ciclo de violencia es particularmente vulnerable a prolongar la relación de violencia. Una persona que se encuentra en el ciclo de violencia doméstica es particularmente vulnerable a reconciliase con el victimario. Una persona sumergida en el ciclo de violencia es particularmente vulnerable a buscar faltas en sí misma para racionalizar la violencia de la cual es víctima. Es por esto que son necesarios los sistemas de apoyo.
Ahora hablemos del rol protector del Estado y el por qué del poder del Leviatán.
Según Thomas Hobbes el Estado existe porque cada ciudadano renuncia a derechos que de otra manera podría ejercer y lo hace específicamente porque la vida fuera del Estado es errática, miserable y cruel. El ser humano como individuo no puede contra el poder de la naturaleza y el más fuerte. Es por eso, que luego de percatarse que para poder sobrevivir tendría que sacrificar mucho más tratando de proteger por sí solo su vida, propiedad y procurar seguridad y sustento, decidió aglutinarse. Una vez en comunidad, la suma de todos los pequeños poderes crean el poder del Estado, un monstruo protector cuyo propósito principal es proveer estabilidad, seguridad y equidad en las relaciones de poder. El ser humano vio que esto era bueno no solo para el colectivo sino para el individuo también. Por eso permitimos el monstruo social que nos regula, nos priva de libertades y nos exige tributo patrimonial. Porque a cambio de esto nos protege y nuestras vidas son más largas, prósperas, predecibles y felices.
Dicho esto, volvamos al tema principal, la Ley 54 y las parejas del mismo sexo.
Veamos:
¿En las parejas del mismo sexo existen dinámicas de poder y afecto que pueden dar paso a la formación del ciclo de violencia doméstica? Sí.
¿Participan las personas cuyas relaciones afectivas son con una persona del mismo sexo de la sociedad? Sí.
¿Para esto renunciaron a ciertos derechos y aceptan sobre sus vidas el implacable poder del Estado? Sí.
Por lo tanto; ¿no deberían gozar la misma protección?
El Estado existe porque sus ciudadanos lo legitiman. Todos sus ciudadanos. El rol más sagrado que tiene el monstruo del Leviatán, la razón principal por la que se le permite existir es porque protege al más desaventajado.
La Ley 54 se creó para proteger a la víctima de violencia doméstica porque la violencia es diferente, no porque son unas personas particulares las que participan de ella. Lo importante es la existencia del ciclo de violencia doméstica y no el sexo de las personas que lo sufren.
Bajo este esquema, un Estado que no provea la misma protección a todos los ciudadanos por las mismas razones, no es legítimo y no debe existir. El monstruo o protege a todos o muere.