Marzo es el mes que menos me gusta en el calendario deportivo. Sí, hay otros meses malos como julio cuando ya se ha acabado la NBA, la NFL no ha comenzado y lo único que hay es 24 horas de cobertura al día de MLB. No existe un mes más aburrido que julio pero marzo me da coraje.
Marzo es el mes del torneo para determinar quien es el campeón del baloncesto colegial masculino. Este torneo es conocido como March Madness. El evento cautiva mucho interés en los Estados Unidos porque es el evento principal deportivo para los apostadores; por encima del Super Bowl que es solo un día.
Yo odio el baloncesto colegial. Lo encuentro aburridísimo y además es difícil de seguir. La primera división (D1-A) está compuesta por 345 equipos en 32 divisiones. Los equipos ganadores pasan automáticamente al torneo. Hay 36 puestos restantes que son seleccionados por un comité. Básicamente estos 345 equipos están compuestos por chamaquitos acabados de salir de la pubertad a quienes les está creciendo por primera vez un bigote y pelo en otras partes del cuerpo. Y pa’ colmo luego de un año salen corriendo para la NBA donde fracasan por no estar física y mentalmente preparados.
Como mencioné anteriormente, el juego es extremadamente aburrido. Si un equipo pasa de 70 puntos es un milagro. La mayoría de los juegos acaban aproximadamente con 100 y 120 puntos si sumas las anotaciones entre ambos equipos. Y por favor, que nadie venga a decirme que anotan menos que la NBA por que juegan ocho minutos menos. En ocho minutos no van a anotar los 40 puntos que le faltan para llegar al promedio de la NBA. Un compañero me dijo que el juego es más lento porque juegan defensa lo cual podrá ser verdad. Lo que no se puede debatir es que los jugadores en la NCAA no han llegado a su potencial ofensivo. Además, el talento está diluido en 345 escuelas.
Tengo que admitir que también me incomoda poner a estos chamaquitos en el mismo pedestal que los profesionales. Recuerdo cuando ESPN empezó a transmitir los juegos de LeBron James y pensar que era una ridiculez. Me incomodaba como adultos se salivaban viendo a un niño de 16 años jugar y como le ponían una presión increíble para que entrara a la NBA para poder sacarle chavos. Lo mismo pasó con Greg Oden un joven que solo quería jugar baloncesto para pagar sus 4 años de universidad pero por presiones de adultos que se aprovecharon de él decidió entrar a la NBA. Ambos jugadores ahora son millonarios y es difícil para mí argumentar que tomaron la decisión incorrecta. Pero, ¿se imaginan si Lebron hubiese estado cuatro años en la universidad cuan diferente sería? ¿Sería un mejor closer? Yo creo que sí.
Aunque me incomoda como glorifican a estos estudiantes, que no les proveen educación y no les pagan a pesar de que la universidad se enriquece gracias a ellos, entiendo por qué a los estadounidenses les gusta tanto: son sus universidades. Son sus “alma maters”. Esta es la única explicación para el éxito del baloncesto colegial. El apoyo de sus exalumnos, del cual nosotros no nos podemos identificar. En Puerto Rico no existe esta tradición de apoyar a tal nivel su alma mater. Algunos la amarán y la defenderán con sus palabras, pero son muy pocos los que le donan dinero y tiempo y son mucho menos los que apoyan sus atletas.
Para nosotros los que no tenemos un “alma mater” en el torneo marzo se convierte en una tortura. Toda la programación de ESPN se enfoca en este terrible deporte. Y otros canales paralizan su cubertura de la NBA y no transmiten sus juegos por dar un juego que solo le importa a un grupo pequeño en Estados Unidos. Y por todo esto que marzo me tiene loco.